Venezuela esperaba esta reacción propia de una jauría con mal de rabia de parte del régimen de Maduro al anunciarse que el señor Tareck el Aissami –más conocido con el remoquete del jeque– ha sido señalado por Estados Unidos de formar parte de una red de traficantes de drogas y de delincuentes que se dedican a lavar dinero.
Se trata de una investigación en proceso que llevan adelante no sólo con extrema confidencialidad, sino también bajo un estricto control tanto de las fuentes personales como de los documentos que permiten sustentar la acusación que se formulará en su debido momento y si ello es preciso.
En este caso lo más grave es que se trata de un joven político que recientemente ha sido elevado a un cargo de extrema importancia, como lo es la vicepresidencia de la república. Tal osadía implicaba de hecho colocarlo en el medio del escenario y cortarle las alas antes que le crecieran demasiado. Lo cierto es que los viejos caimanes uniformados tienen dientes y muerden a cualquier civil.
Entre los errores de colocarlo allí y luego publicitarlo como el “próximo hombre fuerte” se le fue quemando la mecha. Algunos olvidaron que el vicepresidente venía de la gobernación de Aragua, y que el anterior mandatario (hombre de confianza de Chávez pero no de Cabello) había sido militar de carrera. Cuando trataron de hundirlo, hizo sus maletas, recogió documentos importantes y, sin querer queriendo, terminó en Estados Unidos.
Hombre bueno para los números y los negocios se llevó en su memoria muchas conversaciones. Cuando lo atacaron desde aquí, el ex gobernador se la juró al Jeque, y fue contando todo capítulo por capítulo. En ese momento la suerte del Jeque quedó sellada para el resto de las policías antidrogas y las unidades antiterroristas de Europa y de Estados Unidos. Esas manchas no se quitan con jabón.
En todo caso, les hizo un favor a sus compañeros del “Grupo Antigolpe”: desvió la atención hacia el novato, el recién llegado, el árabe, y de esa manera, salvó por unos meses a un tal general Reverol cuyos expedientes son tantos que no caben en la biblioteca de Alejandría, según dicen en Washington.
Será el próximo en caer dicen los embusteros de siempre, pero a nadie le consta que haya hecho nada fuera de lo común, apenas unas masacritas aquí en Barlovento y otra por allá, en Cariaco, todas ejecutadas por la FANB, según la Fiscalía General. Vaya usted a saber.
La FANB dedicó un comunicado defendiendo a El Aissami, no entendemos por qué, ya que de esas cosas se ocupa la cancillería y la presidencia. Dice la FANB que Estados Unidos viola “flagrantemente elementales principios del derecho internacional”.
¿Y no le correspondería a esta misma FANB, tan respetuosa del derecho internacional, remitir las masacres de Barlovento y Cariaco a esas mismas instancias para condenar no sólo a los oficiales sino a los humildes soldados que convirtieron en asesinos y cómplices de una matanza que tratan de ocultar?
Hable general Padrino, háblele a su general Reverol, dé la cara a la fiscal y confiese que esa masacre no debe quedar en el olvido. Y que investigue si es verdad que El Aissami pernoctaba en la Base Libertador? Eso sí es grave, si la presunción resulta cierta.
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